No deberíamos olvidar las palabras del gran Papa, San Pío X:
“La participación activa en los Sagrados Misterios, es la fuente primaria e indispensable del verdadero espíritu cristiano.”
Es necesario que cada cristiano cumpla su deber bautismal, por una
participación inteligente y devota en la fuente primaria de la gracia,
que es la Santa Misa.
Nadie
puede ofrecer un método mejor para asistir a la Santa Misa que el uso
adecuado del Misal, como nos lo propone la Santa Iglesia. ¿Qué
método más práctico para oír y revivir las verdades y hechos de la vida
de Cristo? La Santa Misa no es la oración privada del Sacerdote, sino
la oración pública de la Iglesia.
La
liturgia Católica nos viene desde tiempos apostólicos por Tradición,
que con el Magisterio de los Pontífices y la Sagrada Biblia, ambos
indisolublemente unidos, son los fundamentos de la Santa Madre Iglesia.
Así,
la misa Tridentina o Tradicional que tiene sus raíces en los apóstoles
fue codificada y establecida a perpetuidad por el Papa San Pío V en el
año 1570 con la Bula Quo primum tempore y como afirma el Papa Benedicto XVI en su Motu Proprio Summorum Pontificum: nunca fue abrogada ni prohibida.
Los
fines que directamente se refieran a Dios, como son la adoración o
alabanza, y la acción de gracias, se producen siempre infalible y
plenamente con su infinito valor. Cada vez que se celebra el Sacrificio
de la Misa se alaba sin límites a Dios Nuestro Señor y se ofrece una
acción de gracias que satisface plenamente a su Divina Majestad. Esta
oblación, dice Santo Tomás, agrada a Dios más de lo que le ofenden
todos los pecados del mundo, pues Cristo mismo es el Sacerdote
principal de cada Misa y también la Víctima que se ofrece en todas
ellas. Afirmó San Lorenzo: “Más aprovecha para la remisión de la culpa, el oír una Misa que todas las oraciones del mundo.”
Sin
embargo, los otros dos fines del Sacrificio de la Misa (propiciación y
petición), que revierten en favor de las almas, no siempre alcanzan de
hecho la plenitud que de suyo podrían conseguir debido a la negligente
manera de seguir la Misa, la cual hic et nunc,
aquí y ahora, aplica en las almas que asisten con devoción los méritos
logrados por Jesús en el Sacrificio del Calvario. El sacrificio es el
mismo, solo los asistentes son distintos. Pero no todos asistían con
buenas disposiciones. La Virgen María, San Juan y la Magdalena son los
modelos que debemos seguir para asistir correctamente a la Santa Misa y
de ese modo recibir las gracias que necesitamos tanto y ofrecerle a
Dios el único sacrificio agradable por el cual fuimos perdonados: el de
Cristo en la Cruz perpetuado en la Santa Misa. Dice San Jerónimo: “La celebración de la Misa vale tanto cuanto vale la muerte de Cristo en la cruz.”
Dice la Imitación de Cristo con San Gregorio: “Por
las Misas que se celebran en la Iglesia, se convierten los infieles a
la Fe; las almas, de las penas del Purgatorio vuelan al cielo, y los
justos se afirman más en la gracia de Dios.” Es la piedra
angular sobre la que se edifica la Iglesia. El punto en que convergen
la Iglesia Triunfante, la Iglesia Purgante y la Militante. Gracias a la
Santa Misa podemos ejercer la misericordia con las almas del
Purgatorio. San Jerónimo dice que las almas que están en la penas del
purgatorio, por las cuales el sacerdote ora y ruega en la Santa Misa,
no padecen ningún tormento mientras se celebra la Santa Misa por ellas.
El mismo Santo dijo que por cualquier Misa con devoción celebrada y
oída salen muchísimas almas de las penas del Purgatorio, y a las otras
que quedan en él les disminuyen las muchas penas que allí padecen.
ENORMES GRACIAS Y BENEFICIOS
Concluyendo, dice el Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, que los efectos que causa el santo Sacrificio de la Misa y el oírla, son los siguientes:
-Resiste a los malos pensamientos.
-Destruye los pecados (nos ayuda a evitarlos).
-Mitiga el aguijón de la carne.
-Da fuerzas al alma para batallar contra los enemigos.
-Perdona los pecados veniales.
-Purifica, limpia y purga el corazón.
-Alienta a obrar bien.
-Aumenta la castidad.
-Acrecienta el fervor de la caridad.
-Da fuerzas para sufrir las cosas adversas
-Llena el alma de todas las virtudes.
Y, en fin, por decirlo de una vez, cuantos frutos, gracias, privilegios y dones recibimos de la mano del Altísimo, todos son por la sagrada muerte y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, la cual se perpetúa en el Sacrificio de la Misa.
Concluyendo, dice el Doctor Angélico, Santo Tomás de Aquino, que los efectos que causa el santo Sacrificio de la Misa y el oírla, son los siguientes:
-Resiste a los malos pensamientos.
-Destruye los pecados (nos ayuda a evitarlos).
-Mitiga el aguijón de la carne.
-Da fuerzas al alma para batallar contra los enemigos.
-Perdona los pecados veniales.
-Purifica, limpia y purga el corazón.
-Alienta a obrar bien.
-Aumenta la castidad.
-Acrecienta el fervor de la caridad.
-Da fuerzas para sufrir las cosas adversas
-Llena el alma de todas las virtudes.
Y, en fin, por decirlo de una vez, cuantos frutos, gracias, privilegios y dones recibimos de la mano del Altísimo, todos son por la sagrada muerte y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, la cual se perpetúa en el Sacrificio de la Misa.
La
virtud de justicia es aquella según la cual se debe dar a cada quién lo
que se le debe. Es por eso que la virtud de religión nos inclina a
otorgarle a Dios el culto que le debemos. De ahí que es una obligación grave asistir a Misa los domingos y fiestas de guardar,
pecan mortalmente quienes, al no asistir, cometen tal injusticia. En el
decálogo es el tercer mandamiento y de los preceptos de la Iglesia el
primero. No es suficiente ser creyentes sin ser practicantes porque “si
no vivimos como pensamos, terminamos pensando como vivimos”.
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